Desde hace ya 25 años las Escuelas de Verano organizadas por UNEFA (Unión de Escuelas Familiares Agrarias) constituyen un foro de encuentro y formación de profesores y trabajadores de las EFAs que hay en España. El encuentro anterior, celebrado en Granada el año 2015, había dejado el listón muy alto. Tanto el nivel académico de los ponentes como la impecable organización marcaron un nivel difícil de superar. Por eso, cuando Javier -presidente de UNEFA- hizo público durante la cena social en Granada que la Federación de EFAs de Aragón iba a ser la anfitriona de la próxima edición de las Escuelas de Verano, el grupo de aragoneses que allí estábamos, quedamos encantados y nos dirigimos unos a otros cierta mirada de complicidad. Además, en 2016 este evento anual iba a coincidir con el 50º aniversario de la fundación de las EFAS de España. Sabíamos que teníamos todo un reto por delante… y queríamos estar a la altura.
Se recogieron muchas sugerencias, y todas coincidían en que había dos elementos que no podían faltar: un evento educativo marcado por una gran profesionalidad y la presencia de la aragonesa más universal: la Virgen del Pilar.
Con estas premisas y muchísima ilusión nos pusimos manos a la obra para organizar el Congreso bajo el lema “Diseñar las EFAs del siglo XXI”. Las sesiones de las Jornadas fueron impartidas por distintos especialistas de gran prestigio en el ámbito educativo. El lugar escogido fue “El Patio de la Infanta”, un edificio emblemático de la ciudad, sede de una importante entidad financiera aragonesa. Las pausas entre los diversos actos nos permitieron cambiar impresiones con unos y otros. Las comidas se llevaron a cabo en un lugar muy cercano, el Paraninfo de la Universidad de Zaragoza, corazón de la vida universitaria zaragozana. La cena principal se celebró en “El Cachirulo”, todo un referente de la gastronomía aragonesa.
El nivel de las sesiones académicas fue extraordinario. Ponentes venidos de diversos puntos de España y alguno del extranjero nos expusieron distintos aspectos educativos con gran dosis de realismo y sentido del humor. Algunas sesiones trataron temas de gran calado, como los “dramas” con que tenemos que lidiar día a día todos los que nos hallamos inmersos en el mundo de la educación. Tal fue el caso de la sesión de Mike Shorten, con quien Nacho, uno de nuestros profesores, había entrado en contacto en los meses anteriores. Su intervención, sobre el modo en que gestiona el Carmel College, un colegio de Inglaterra situado en Darlington, y la relación con los profesores y alumnos, fue muy aplaudida. También lo fueron las sesiones de Carmen Pellicer, presidenta de la Fundación Trilema, pedagoga y escritora; Juan José Javaloyes, director de Identitas Asesores de Educación Personalizada; Emilio Duró, asesor de empresas y conferenciante que nos inyectó una gran dosis de optimismo; Miguel Ángel Sancho Gargallo, Presidente de la Fundación Europea Sociedad y Educación y autor de una tesis doctoral sobre la autonomía de la escuela pública; o Pere Puig Calvo, profesor de la Universidad Internacional de Cataluña. Alguna de ellas fue de carácter más técnico como la de Santiago Moll, autor del blog Justifica tu respuesta y nos abrieron un abanico de posibilidades que las tecnologías de la comunicación brindan en el mundo educativo. Todos los profesores se mostraban entusiasmados por la amplitud de horizontes de esta Escuela de Verano.
Además del alto nivel de los ponentes, otro aspecto llamativo del evento fue la alta participación de los asistentes. Así lo contaba la subdirectora del Patio de la Infanta: “Tengo a todo el personal sorprendido. Se organizan aquí muchas convenciones, y estamos acostumbrados a que la sala se llene sólo en la primera sesión y en la clausura. Pero en esta ocasión ¡la sala siempre estaba llena!”. Le comentamos que tal vez fuera porque muchos de los asistentes han asumido e interiorizado plenamente el ideario de las EFAs. Fue una ocasión para exponer el fin con el que surgieron nuestras escuelas.
La preparación de todas las sesiones académicas estuvo marcada, efectivamente, por una gran profesionalidad. Pero tampoco carecieron de ella los preparativos que durante los meses previos estuvimos llevando a cabo para agasajar a la Virgen del Pilar y que su presencia quedara de manifiesto en esta Escuela de Verano.
Por un lado, pensamos en la celebración de la Santa Misa como acto que coronara todo este evento. La elección del lugar no ofreció ninguna duda: la Santa Capilla de la Virgen del Pilar. Un sitio cargado de recuerdos de la vida de San Josemaría. La nota dominante fue el recogimiento, piedad, fervor y cariño con la que tanta gente participó en la celebración, en contraste con el trasiego de tantas personas que entran constantemente a la Basílica para saludar a la Señora.
Y sin embargo… había que hacer algo más. Y la idea de ese “algo más” vino de Teresa, una de las componentes del grupo organizador, que sugirió la posibilidad de ofrecer un manto nuevo a la Virgen en nombre de todos. La idea nos pareció formidable y magnánima. Y empezó la cuenta atrás. Leopoldo se encargó de las gestiones con el cabildo de la Basílica para los trámites y permisos. De la elaboración del manto -lo más digno posible- se encargó la mejor bordadora que encontramos (“Bordados Olga”, de gran tradición en Aragón). El manto quedó precioso, blanco, bordado en oro, con el emblema de las EFAs: un mapamundi y una familia protegida por un tejado, simbolizando el carácter familiar de nuestras Escuelas. Debajo están escritas las palabras iniciales de una de las oraciones más antiguas dirigidas a la Virgen: Sub tuum praesidium confugimus. Además, junto a las estampas y carteles diseñados para la ocasión, se hicieron réplicas pequeñas de la talla con el nuevo manto para entregar a los presidentes de las distintas federaciones de EFAs y, para poder regalar o vender a quienes quisieran un recuerdo del evento.
Así fue cómo, antes de la Eucaristía, Javier presentó a la Virgen el manto que bendijo don Pablo, quien presidió la Misa en la que concelebraron varios sacerdotes relacionados con las EFAs aragonesas. El manto fue recibido por el capellán de la Santa Capilla, don Marcelino, que tuvo palabras de agradecimiento y consideración por el regalo. Una vez impuesto el manto, el propio Javier y Leopoldo tuvieron el privilegio –muy excepcional para un adulto, según las normas de ese Santuario– de subir al camarín de la Virgen y besarlo en nombre de todos. La oración que compusimos para la ofrenda del manto, y que Javier dirigió a la Virgen, era el mejor colofón para unas jornadas inolvidables: «…pedimos tu ayuda maternal para que estas Escuelas sean lugares donde muchas personas puedan seguir recibiendo una sólida formación humana, espiritual, técnica y profesional».